Hacer el amor

Manifestar todos los sentimientos encontrados sin hablar, beber del aliento ajeno,

rasgar hasta las entrañas con electrizantes besos,

elevarse a otra dimensión sintiendo lo que con palabras no se puede llegar a expresar.

Desnudar las almas con juegos provocadores de caricias, pasiones y miedos,

penetrándose con miradas sinceras como embestidas de ardiente fuego.

Recorrer el aroma de todo el cuerpo con los labios empapados de los dos,

hundir la lengua en las pieles, las carnes y los huesos.

Conectarse por fuera y por dentro.

Entrar y salir, bucear extasiados en el interior (del alma).

Sentir escalofríos en cada roce de pestañas, palpar en el aire cada emoción.

Enlazarse en una danza creativa sin ritmos pautados.

Recorrerse cada centímetro con pasión desmedida,

sin tocar ni con la yema de los dedos, sino con el corazón.

Estallar en abrazos infinitos, entregarse ciegamente al amor.

La expresión más explícita del querer plasmada entre los cuerpos fusionados,

empujados por fuerzas invisibles que los derriten sin lógica ni entendimiento.

Un ejercicio que activa alma, corazón y cuerpo.  

Pero no tan vano como la simpleza del sexo fugaz,

que enlaza genitales entre lascivia y deseo,

que de conectar tiene poco, aunque de contacto quizá en exceso.

 

Es fácil hacer el amor,

aunque no tanto como el sexo.

Lo realmente difícil es deshacerlo.